Versión original del artículo publiacado en EL DEBATE
Raymond Molina (Cuba, 1936) y Luis Quiñones (Guatemala, 1952) son dos hispanos que juegan un papel crucial en la actual administración de Donald Trump. Molina, veterano de la invasión de Bahía de Cochinos y fundador de la emblemática Brigada 2506, y Quiñones, veterano de la guerra de Vietnam, son hombres de acción. Ambos, tras una exitosa carrera empresarial, decidieron dar un giro radical hacia la política, con el firme propósito de influir directamente en la vida de los ciudadanos. Hoy, como asesores clave en temas de política internacional, continúan defendiendo los intereses de los Estados Unidos y de Hispanoamérica, ofreciendo su vasta experiencia y perspectiva única en cada decisión que se toma.
Raymond Molina
¿Podría describirnos cuál es su papel como asesor?
Soy asesor del gabinete del presidente. Mi experiencia me permite comunicar preocupaciones clave sobre la política exterior, especialmente en Hispanoamérica, región en la que llevo más de 40 años involucrado. Mis recomendaciones se enfocan en la geopolítica y la política exterior que afecta a la región. Hispanoamérica ha sufrido décadas de influencia socialista por políticas de administraciones previas en EE.UU., lo que ha favorecido regímenes autoritarios y organizaciones que no han promovido el progreso en la región.

Corrupción en organizaciones financiadas por EE.UU.
Ha mencionado organizaciones financiadas para promover cambios en Cuba, pero que han desviado fondos. ¿Podrías profundizar en este tema?
Un caso concreto es el del Directorio Democrático Cubano, liderado por Orlando Gutiérrez Boronat, que recibió 30 millones de dólares para generar cambios en Cuba, pero esos fondos desaparecieron sin resultados. Este fenómeno se repite con varias organizaciones financiadas por EE.UU., muchas dirigidas por ex sandinistas y ex comunistas cubanos y nicaragüenses. Estas ONG reciben dinero prometiendo trabajar por la democracia, pero en realidad financian movimientos que protegen a líderes autoritarios. En lugar de luchar contra el comunismo, se promueve un «cambio suave» para evitar que los responsables de crímenes de lesa humanidad enfrenten justicia y sus regímenes sean desmantelados. Por eso, hemos trabajado para cortar los fondos a estas organizaciones, que en realidad sirven a intereses como los de George Soros.
De hecho, George Soros ha estado detrás de la financiación de algunas organizaciones. Se ha identificado que Soros ha dirigido más de 350 millones de dólares hacia organizaciones en Hispanoamérica que obedecen su política exterior. Para recibir estos fondos, era indispensable contar con su aprobación. Esto demuestra cómo ciertos sectores han utilizado el financiamiento internacional para influir en la política de nuestros países sin generar un cambio real a favor de la libertad.
Trayectoria de Raymond Molina en administraciones republicanas
Usted es actualmente asesor del gabinete del presidente Trump. Pero en el pasado, ¿ocupó roles similares en otras administraciones?
En la administración de Trump, mi rol como asesor del gabinete es reciente. Sin embargo, mi relación con la política estadounidense comenzó hace décadas.
Soy un exiliado cubano desde 1959 y participé en la invasión de Bahía de Cochinos. Tras salir de Cuba en 1963, me dediqué a organizar el Partido Republicano en Miami. Mi vinculación con la política estadounidense se consolidó cuando Richard Nixon fue elegido presidente. Luego, durante el gobierno de Gerald Ford, mantuve una posición dentro de la administración.
Posteriormente, en la administración de Ronald Reagan, desempeñé un papel clave en la política exterior, especialmente en la organización de la Contra nicaragüense para derrocar al gobierno sandinista. En esa época, trabajé estrechamente con el director de la CIA, Bill Casey.
Reforma de la Ley de Neutralidad
En otra ocasión mencionó su intención de influir en la reforma de la Ley de Neutralidad. ¿Podría explicarnos en qué consiste esta ley y qué cambios pretende impulsar?
La Ley de Neutralidad de 1935 fue diseñada para mantener a EE.UU. alejado de conflictos extranjeros, en un contexto de amenazas diferentes a las actuales. Sin embargo, hoy en día, potencias como China, Rusia, Irán y Cuba financian grupos para promover revoluciones y cambios de régimen, mientras que EE.UU. sigue limitado por esta ley, lo que pone al país en desventaja frente a estos actores.
Un ejemplo claro de esta desventaja es Cuba, donde el acuerdo entre Kennedy y Jruschov tras la Crisis de los Misiles en 1962 garantizó la permanencia del régimen castrista al impedir que los exiliados cubanos pudieran organizarse para derrocarlo. Desde entonces, la CIA y el FBI han actuado como protectores del sistema totalitario cubano, bloqueando cualquier intento de restaurar la democracia desde el exterior.
En este contexto, la lucha por la libertad en Cuba y otros países de la región requiere una revisión y modificación de la Ley de Neutralidad. Esta reforma permitiría que los exiliados y grupos de resistencia puedan financiar y proporcionar recursos y equipos para enfrentar a los regímenes comunistas, sin las limitaciones que impone la ley.

Usted jugó un papel clave en la aprobación de la Ley Helms-Burton.
Cuando la Ley Helms-Burton fue sometida a votación en el Senado, faltaban tres votos para su aprobación. Esos votos estaban comprometidos con Bill Clinton, quien buscaba bloquear la ley. Yo trabajé estratégicamente para revertir la situación y logré convencer a tres senadores de cambiar su voto. Gracias a esa maniobra, logramos aprobar la ley, lo que representó un gran golpe para el régimen cubano.
¿Qué mensaje le daría a aquellos que promueven el diálogo con la dictadura cubana?
La historia ha demostrado que negociar con dictaduras comunistas no trae resultados positivos. Los intentos de diálogo solo han servido para darles más tiempo y oxígeno a estos regímenes, mientras continúan oprimiendo a sus pueblos. Cuba, Venezuela y Nicaragua han sido víctimas de esta política ingenua. La única solución real es una política firme que los enfrente sin concesiones. Solo así será posible devolverles la libertad a estos países y poner fin a décadas de miseria y represión.
Luis Quiñones
¿Cómo describirías tu papel como asesor hispano del presidente Trump?
Actualmente, soy asesor en asuntos internacionales de seguridad. Estuve con Trump en la primera legislatura, y ahora repito. Mi responsabilidad abarca una amplia gama de temas, desde los problemas relacionados con los veteranos hasta cuestiones sobre la frontera y la salud mental. Mi trabajo como comisionado presidencial de asuntos internacionales se podría definir como el bombero. Voy a donde sea necesario, sin importar el contexto, para solucionar problemas o negociar, utilizando mi red de contactos e influencias.
Me especializo en situaciones específicas de seguridad nacional. Parte de mi trabajo consiste en fortalecer relaciones y facilitar intervenciones que conduzcan a soluciones viables, como en el caso de la cooperación con empresas africanas y sudamericanas. Buscamos crear sociedades y alianzas que impulsen la producción local, reduciendo la dependencia de terceros. Para ello, es fundamental realizar un análisis riguroso que evalúe la viabilidad de estos proyectos.

¿Estás trabajando en la deslocalización de empresas que actualmente están bajo la influencia del PCCh?
Estamos explorando alternativas para trasladar la fabricación de productos fuera de China, hacia Hispanoamérica. Un ejemplo concreto es que muchos muebles que se fabrican en Vietnam en realidad tienen capital chino, y su tiempo de entrega a EE.UU., es de seis a ocho semanas, lo que no resulta eficiente para los vendedores. Proponemos aprovechar la mano de obra en países como México, Guatemala y El Salvador, donde se fabrican muebles de alta calidad. Enviando materiales a estas naciones, se podrían terminar, ensamblar y darles el toque final, reduciendo el tiempo de entrega a solo tres a siete días, lo que beneficiaría a los distribuidores.
Además, estamos impulsando la fabricación dentro de nuestra región, lo que no solo mejora la eficiencia, sino que ofrece una ventaja competitiva frente a las importaciones de China. Este modelo ya está funcionando bien, con distribuidores interesados. A largo plazo, nuestro objetivo es la industrialización en Hispanoamérica, contribuyendo a la autosuficiencia de esos países y reduciendo la necesidad de emigrar, lo que fortalecería la economía regional.
¿Este enfoque de deslocalización también incluye otros productos?
Sí, de hecho, estamos trabajando en otros productos esenciales, como las bolsas de suero, que actualmente se importan desde China. Sabemos que México tiene la capacidad de producirlas, solo les falta la maquinaria adecuada para expandir la producción. Con una inversión de cinco millones de dólares, podríamos empezar a fabricar estos productos localmente, lo que beneficiaría enormemente a los hospitales de veteranos y otras instituciones médicas. Queremos traer estas producciones a América para fortalecer nuestra infraestructura y crear una sociedad más segura. Además, este enfoque promovería una mayor amistad y cooperación entre los países involucrados.

¿Qué piensa de la creación de un bloque geopolítico hispánico pro-occidental?
La idea de que los 20-21 países de habla hispana creen una unión similar a la Unión Europea, con libre circulación, leyes armonizadas y la posibilidad de unirse a la OTAN, es una propuesta interesante. Esta unión permitiría a los países hispanoamericanos estar del lado de la libertad, con una fuerza militar propia para intervenir en lugares como Nicaragua, Venezuela o Cuba si fuera necesario. Una unidad entre los países hispanoamericanos, basada en una causa común, sería un paso importante. En Centroamérica, intentaron crear algo similar, pero las iniciativas se han limitado a intereses personales y no han mejorado la región. Es hora de pensar en un bien común y formar una organización robusta para el bienestar de todos.
La creación de esta unión también sería clave para expulsar influencias extranjeras como la del PCCh, Rusia e Irán, que no aportan al progreso regional. Esta región es occidental y debe defender valores comunes como la vida, los principios cristianos y la familia. Es fundamental promover el liderazgo desde la sociedad civil, construyendo líderes comprometidos con frenar la corrupción sistémica. La administración Trump podría apoyar a aquellos que buscan un futuro alineado con estos valores promoviendo líderes adaptados a los problemas locales, pero con el mismo enfoque: limpiar las instituciones y asegurar un futuro mejor para la región.
A pesar de contar con tratados de libre comercio, talento, recursos y una gran demografía, la corrupción, la falta de educación, e infraestructuras, han impedido aprovechar estas ventajas. Impulsar la industrialización y mejorar las relaciones comerciales dentro de la región tiene mucho sentido. Si logramos superar obstáculos, podremos crear un mercado más dinámico y duradero, combatiendo la descomposición institucional, el abuso y las influencias externas que amenazan nuestras naciones. Además, será clave luchar contra el tráfico de personas y el narcotráfico, para asegurar un futuro próspero y libre de explotación, sin tutelas y en total libertad.