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Artículos Sayde Chaling-Chong en EL DEBATE
Sayde Chaling-Chong CUBANET
EL OTRO NEGRO DE VOX FUE ANTES COMUNISTA EN LA CUBA DE FIDEL
Crónica de EL MUNDO. DOMINGO 1 DE DICIEMBRE DE 2019
Por: Héctor Marín
Detrás de las frases impactantes de Sayde, como “yo soy el negro rebelde de Vox”, hay una larga y valiente historia, pues fue joven militante en La Habana, desertó en España, y sus compañeros casi le matan a golpes en el aeropuerto. Ahora reivindica el partido de Abascal porque defiende “los derechos humanos”. Tiene un bisabuelo chino, en Cuba una hija y un hijo en Euskadi. Hoy lucha “para echar de Vox a los racistas”. Busca a su ángel salvador
Es 9 de octubre de 2002 por la tarde. A hora y media para el despegue del vuelo de Iberia entre Madrid y La Habana, el nerviosismo escolta por la terminal a Sayde Chaling-Chong García (La Habana, 1980), pianista de la orquesta de música tradicional cubana Son Catedral, que ha completa do una gira de tres meses por España. El joven músico ha tomado ya la decisión más valiente de su vida. Está a punto de desertar de la Cuba de Fidel Castro para empezar una vida nueva en libertad.
Ante el control policial para extranjeros del aeropuerto, Sayde ve al director de la orquesta apoderarse de los pasaportes de los ocho músicos caribeños. Como durante los últimos 90 días de ruta por Pamplona, San Sebastián, Chipiona y Vitoria, el jefe de la expedición cumple al dedillo la orden del Ministerio de Cultura cubano: debe custodiar los pasaportes en todo momento, no es cuestión de dar facilidades a posibles disidentes. «Ahí me entró mucha ira, y decidí desertar sin mi pasaporte. Había llegado el momento de escapar de Cuba. Huir del comunismo para quedar me en España. Incluso sin documentación», recuerda.
El chico agarró sus dos maletas y caminó a paso rápido hacia la calle. «Eché la vista atrás y vi que el director y el bajista corrían tras de mí para impedir mi deserción. Me retuvieron en la puerta de la terminal. Quedé literalmente con un pie dentro y otro fuera, una metáfora de mi vida en ese momento. Empezaron a golpear me en la cabeza hasta que caí, casi desmayado. El director, experto en artes marciales, sabía pegar y estrangular. Me cargaron como a un saco hasta que pude soltarme. Volvieron entonces las llaves, golpes y patadas, que me costaron dos muelas. Mientras me daban tremenda paliza, me agarraba con las pocas fuerzas que me quedaban a un pilón de la terminal. Yo sólo pensaba en evitar cruzar el control. Si lo cruzaba, estaba muerto. Así que decidí morir ahí».
UN ÁNGEL DE LA GUARDA
Y ahí apareció «un ángel de la guarda». Un agente no uniforma do de la Policía Nacional intervino para proteger a un cubano enclenque en graves apuros. «Me los quitó de encima y se identificó como policía. Me pidió que me soltara del pilón. Me ayudó a levantar me. Ordenó que me quedase de pie y que le contara qué había pasado. Le dije que había intentado hacer las cosas de la manera más legal posible, pero esos dos animales me lo estaban impidiendo con violencia. Ahí ya tenía la cara hinchada y varios hematomas y chichones», narra el músico.
«Me preguntó qué cosas quería hacer yo. Respondí sin dudarlo que quería recuperar mi pasaporte y vivir en San Sebastián. El policía se fue y lo recuperó tras imponer su buen criterio en una discusión muy fuerte con mi director. Señalándome, le dijo: “Si él muere esta noche, yo mismo iré a buscarte a La Habana, así que entrégale el pasaporte y no insistas en que te pertenece”. Fue heroico», añade Sayde. Y concluye: «El agente los retuvo en un cuarto. Me entregó el pasaporte a pesar de que vio que mi visado terminaba esa noche. Se apiadó de mí, tan joven y herido. Le dio pena el aspecto horrible que tenía. Incluso una chica me cedió su lugar luego en el metro».
El pianista no ha vuelto a Cuba. Ni al entierro de su madre ni al nacimiento de su hija, M., a punto de cumplir 18 años. Sayde, visiblemente emocionado, ve incompleta su salvaje experiencia en Ba rajas. Su deseo, dice, es reencontrarse con el agente que le salvó. «Le debo la vida, literalmente. Y él fue la puerta a mi libertad», indica. «Quisiera verlo. No recuerdo su cara. Dudo que él haya olvida do la escena». — ¿Qué le diría? —Gracias, un apretón de manos y un abrazo. Ojalá lea esto y se ponga en contacto con el periódico o conmigo. Le invitaría a comer cocina cubana.
El balcón del piso de Sayde da a una plaza en la que a veces pasan el rato sentados en una terraza los dos miembros de Estopa, dos de los vecinos ilustres de Sant Just Desvern, un municipio con una de las mayores rentas per cápita de España. El cubano recaló en las afueras de Barcelona tras empezar su periplo español por el País Vasco, donde viven su segundo hijo, N., de 15 años, y su ex mujer. Años después, se instaló como músico profesional en la provincia de Tarragona. Reciente mente, ha pasado un año en Guayaquil (Ecuador) con su actual es posa, Maite, hija de un industrial de Sant Just Desvern a la que conoció a través de Facebook. Los dos se hicieron militantes de base de Vox, tras el convulso otoño catalán de 2017.
Cada uno lo hizo por su lado. «A raíz del 1-O, estaba en casa cuando me asustó el ruido de cacerolas que retumbaba en la plaza Joan Maragall, uno de los lugares más silenciosos del mundo. Ahí vi que la mayoría no independentista estábamos siendo arrollados en Cataluña por aquella cacerolada en la que hubo quien golpeó hasta grandes paellas. Por otra parte, seguía en YouTube a Un tío blanco hetero, que habla de dictadura feminista. Y el detonante fue que mi mujer y su familia ya se habían afiliado a Vox», expone el particular militante del partido que el 10-N obtuvo 52 diputados en el Congreso. «Soy el negro rebelde de Vox», bromea Sayde durante el encuentro con Crónica. «El otro negro de Vox», añade, sonriente, en alusión al diputado por Barcelona Ignacio Garriga, un hispanoguineano a quien acusa de contar con un ase sor de pasado neonazi. «Conmigo eso no pasaría.
Yo soy el verdadero negro de Vox». Desde que hizo pública su militancia en un partido de extrema derecha, Sayde casi no actúa en directo. No le llaman. Pero le da igual porque le va la marcha. El caribeño publicó la semana pasada en redes sociales unos comentarios críticos con la dirección de Vox. «Como militante de raza negra, expresé la vergüenza que provoca que hayan puesto al frente de la gestora de Barcelona a Juan Garriga y Mónica Lora, dos personas imputa das por delitos de odio contra los inmigrantes, y a un ex dirigente del partido nazi MSR, Jordi de la Fuente, que niega el holocausto», critica. «Me siento engañado y discriminado».
El mensaje ha agitado interna mente a Vox. Y también ha generado miles de críticas de personas que cuestionan que un negro apo ye a un partido en el que él mismo ve que hay racistas. — ¿Es usted un ingenuo? —Para nada. Sabía que el partido de Josep Anglada, Plataforma per Catalunya, catalanes identitario de ultraderecha, se desintegró para entrar en Vox. — ¿Entonces? —Si en un cuerpo sale un grano feo, se expulsa el grano y listo. — ¿Se puede ser negro y de ultraderecha? —Soy de derechas. Vox no es ultraderecha por más que lo repitan. Es derecha de verdad. Somos emuladores del gran legado que Donald Trump está dejando en Estados Unidos. Nos gusta el capitalismo del bueno. Sayde es el afiliado al partido de Santiago Abascal que huyó del régimen de Fidel Castro. Días después del «gran despellejamiento» sufrido en las redes sociales, afirma que pretende aclarar «qué pasará con Vox Barcelona si los dos dirigentes procesados van presos». —¿Ha dicho capitalismo del bueno? —Así llaman algunos economistas al de Suecia y Nueva Zelanda. El capitalismo tiene luces y sombras, pero hasta los chinos se han pasado a la economía de mercado tras décadas viviendo en casuchas donde se comía apio con agua. —¿Por qué le atrae? —Dice la izquierda que no da oportunidades a todos, pero el capitalismo, incluso el feroz, es un sistema igualitario. Si alguien fracasa, es culpa de uno mismo. El comunismo y el feminismo se han convertido en refugio de fracasados.
BISNIETO DE CHINOS
El activista caribeño es católico y un implacable detractor del comunismo, único sistema que conoció hasta escapar de él en Barajas. «Debería estar prohibido, como el fascismo. Por dentro, es una obra de teatro constante en la que debes sentir algo que no sientes y ser una persona que no eres. Llegas a desconfiar de tu madre. Los niños son del Estado. El comunismo es hambre, persecución y muerte. —Algo bueno tendrá. —¿Sanidad universal? Los médicos cubanos se exportan. El que los quiere, los tiene que pagar. ¿Vivienda para todos? La de cucarachas que vi de niño… ¿Fidel? No era tonto, no es fácil dominar con mano de hierro un país durante 50 años. Comparado con el rumano Ceaucescu, Fidel fue más brillante, pues aceptó que debía permitir éxodos de cubanos. Dos sistemas, dos vidas y dos hijos. «Los veo a través de pantallas. Gracias al capitalismo.
Si fuera por el comunismo, sería por señales de humo», bromea este hombre, incapaz de ocultar su animadversión hacia el sistema imperante en el otro país del que tiene sangre. «Soy bisnieto de un chino que recaló en Cuba. Nunca estuve en China ni hablo la lengua. Mi madre sí habló el cantonés. Ella murió en 2002 en La Habana en accidente de tráfico. Soy hijo de madre soltera. Y no he vuelto a ir a Cuba». La infancia de Sayde transcurrió en La Güinera, un barrio muy pobre y duro de La Habana. Vivió como un niño comunista más: «Sí, fui a los campamentos de verano de niños pioneros, importados desde la URSS», sonríe. El conservatorio de música le permitía evadirse de la violencia. «Tiroteos, puñaladas, palizas… Le doy gracias a Dios por la música. La música me salvó la vida. Hubo época en que no teníamos ca sa y dormíamos en el suelo del piso de mi abuela. Recuerdo a mis amigos del conservatorio, hoy todos fuera de Cuba».
Fuera del estudio en que produce discos a otros músicos, Sayde es, a ojos de su entorno, «un buen cocinero»; alguien «sin demasiada capacidad para el orden», y un buen samaritano de pico de oro que «trata siempre de echar una mano» al resto desde la asociación que acaba de fundar, Hispanoamericanos por España. «Esta semana ando en asuntos con bolivianos. Hay que ayudar los, hermano», expresa el cubano. — ¿Los promotores musicales ya no le llaman? —Vivo de la música. Pero no de los conciertos, que se han acaba do. Es consecuencia de entrar en Vox. En el arte hay muchos rojos, y entiendo que no me llamen. — ¿Y qué hace? —Produzco discos en Cataluña, aunque cada vez menos, y hago transcripciones para músicos que necesitan partituras. El mío es un trabajo de chinos. Pe ro no me quejo. Yo soy el negro rebelde de Vox.